martes, 8 de abril de 2014

Recuerdos

Eran las Nueve y no sé cuantos minutos, día viernes. Desperté  esta vez por un sólo motivo, conocer un nuevo horizonte. Estaba preparada para dar mis pasos en él y recorrerlo sin sentido de orientación, sin guía, sin rumbo, sólo caminar, andar por ése vasto lugar plagado de cosas sin sentido que lo hacen aún más interesante. Mis más cercanos quedaron desconcertados de que planteara con ellos mi odisea propuesta, con su consentimiento o no. Yo sólo pensaba en que no podía quedarme de brazos cruzados, piernas cruzadas, dedos cruzados, sin más que  mirar por la ventana cuántas nubes pasaban. No soy una persona que estando en una ciudad tan maravillosa, rica en cultura donde sea que vea y me dirija,  no la recorra hasta el más remoto confín, ni probara sus grandes placeres que me ofrece a la mano.  Aunque fue una decisión tanto tarde como temprana, (tarde porque era el penúltimo día que marcaba el final de mi estadía, temprana por mi ocurrencia de la noche a la mañana). La situación se volvió un tanto polémica, pues fue tan inesperada mi sentido de osadía,  que hasta yo admití que fue un tanto caprichoso e infantil. Pero no podía echarme para atrás, aún así demostré firmeza, aunque en mi interior era  frágil e insegura de lo que estaba debatiendo. No conseguí paz sino contienda. Pero al menos me suministraron dinero suficiente para que, en unas horas, efectuara mi viaje tanto interior como físico sin problemas, que mas tarde cambiaría la manera de ver el mundo que me rodea.

(Continuará)

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